Mas no se va.
Rajoy no se va.
Que sean los electores a ambos lados del Ebro los que vayan abandonando antes.
Sánchez se resiste, Susana espumarajea en nombre de todos los andaluces a los que ansía dejar en la estacada en agradecimiento.
Pablo Iglesias teme a Colau porque él tampoco quiere irse nunca, menos aún antes de haber llegado todavía.
Garzón que se iba, se queda. Y volverán las mareas.
Como sentenciaba Carlos Herrera, desde París con horror: amanece, siempre amanece. Que en este país no es poco, sino demasiado.
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