sábado, 26 de octubre de 2013

Europa



Aquella mañana había querido descender a razonar en los detalles, así es que no pudo destilar ni extractar ni una sola frase intemporal. Entonces lo mismo le abordaban en la vieja y quemada Lisboa que mal-llevando el famoso reloj en Praga. Le perseguían igual en el Trastevere romano, y sus agrestes clarooscuros de calles, que en los refinados clubs sadomasoquistas de la liberal Bruselas. Le sorprendían bailando can-can en un burdel familiar en Viena, febril y psilocíbico en el canal de Amsterdam o navegando de noche entre Buda y Pest la magia del oriente perfumado y silencioso. Solo en el recuerdo podía declararse europeísta, zanjando toda deuda contraída a fuerza de neocolonialismo atroz y cuadros de Cézanne. Y siempre estructurando una quita en aquel clima de desintegración histórica, con el típico sabor kafkiano de los sótanos del alma. Aquella moneda única era como una rueda de molino colgada al cuello, mientras braceábamos a la desesperada el titánico naufragio en casa. Como este que los africanos nos espejean en sus pateras, en miles de fugaces reflejos en nuestras lindes de mar. Justo este desastre de mar aquí delante, condenado a contener el gran naufragio.












Europa II



Al contrario del dictum de Popper, en que enviamos a nuestras conjeturas a morir en nuestro lugar, en las situaciones extremas y misteriosas en Europa, la luna helada de Júpiter, cada conjetura se iba cobrando, en angustioso crescendo, a un miembro de la menguante tripulación. Como en los viejos tiempos animales: la inteligencia regresaba a sus orígenes de la falsación lógica en bruto. En el futuro más arcano se agazapa el pasado más primitivo, extremo y desnudo, a la intemperie en ningún sitio concretable de la inmensidad. ¿No es maravilloso?











miércoles, 23 de octubre de 2013

La roja




La luz al final del túnel pronto descubriremos que era la de un tren que se nos venía encima, asegura el economista crítico Alberto Garzón. Una luz que en realidad solo lo es de un pretendido túnel de lavado de políticas estrepitosamente dañinas y fracasadas. Quizás esa luz al fondo del oscuro túnel de la que brotarán nuestros ancestros para exigirnos que los enterremos de una maldita vez. Lo cual sospechamos, como un destello al fondo en la opaca oscuridad del dichoso túnel, que equivaldría a desenterrar de nuevo esa proverbial furia española a la que, por sus desbordamientos torrenciales de hemofilia más que por sus inclinaciones ideológicas, en todas partes llaman la roja.  










Huelga



El Ministerio de Wert confirma el éxito nulo de la huelga educativa en primaria, tan solo emborronada por unos malévolos piquetes dispersos en preescolar y algunos disturbios de plastilina en educación infantil –apenas unos hilillos, ha asegurado el presidente con un ojo en desbandada- rápidamente sofocados por los comandos Winnie the Pooh.









  

 

Expaña




Las exportaciones boyantes, la dicharachera movilidad exterior o las ganas de largarse y formar un estado propio de tantos catalanes urgen a una actualizada reforma constitucional -arden foros y blogs- en la que en adelante nos llamemos Expaña. El instituto Cervantes por su parte, que tampoco es manco, persiste en permanecer residiendo allá afuera, en homenaje a ese descendiente de judíos cuyo apellido porta de estandarte, al que el racismo castellano viejo por el contrario impidió salir de su miseria para ir a hacer las Américas, no hubiera acabado escribiendo Cien años de soledad o Juan Rulfo.









  

viernes, 18 de octubre de 2013

Montreal




Oye, le había reclamado sorprendido Feynman al otro Nobel Murray Gell-Mann cuando al fin descubrió que era Montreal la ciudad de la que llevaba un rato hablándole, después de habérsela oído pronunciar al menos diez veces en un afectado y rimbombante francés: ¿tú no crees que el lenguaje sirve para que la gente se comunique…? 
Pero a fin de cuentas tampoco podíamos imaginar que imaginando partículas que viajan hacia atrás en el tiempo se pudiesen explicar tantas cosas profundas, por muy pragmática que resulte toda renormalización.









La urraca




La urraca, dadas sus tendencias cleptómanas y sus limitaciones contables, últimamente ratificadas por los investigadores naturales, solo alcanza para una soberbia ópera bufa de la última etapa alemana de Rossini, mejor incluso que como burda metáfora clerical de los componentes de un gobierno ladro que desfilan testimonialmente por los tribunales, desde Toledo a Estrasburgo, como exóticos indígenas de costumbres inconmensurables con todo aquello, pobladores de un universo incomunicable e intraducible. Como si vinieran de defenestrar en casa a policías y jueces que se han atrevido a excavar en sus insondables negocios políticos, amén de un ministro de Justicia que va logrando que una mano sostenga la balanza, pero la de pagos, la otra mano se tape la nariz, y la venda caiga de los ojos para ejercer de mordaza social.