domingo, 29 de septiembre de 2013

Stendhal




Un escritor incipiente justo en su otoño vital, declaraba. Pero no hay suficiente ombligo de escritor para cegar semejante boquete anímico, del tamaño del cambio estacional en el cielo. Y por dónde empezar esta vida de Henri Brulard, siempre que no sea en la escalinata de San Pedro ni en ningún otro lugar que huela a renacimiento alguno. Y en ningún caso especificar los rincones preferidos de adolescencia para masturbarse, porque sus coordenadas eran siempre las de la memoria, aunque sin duda de su irrepetible puño y letra.









 

Enrealidado




Se sentía enrealidado a su pesar. Pretendía la pura ficción, sin anclaje posible en los hechos. Pero la realidad se le iba colando por los intersticios, ranuras y goteras. De ahí el grado de absurdo y esperpento de sus piezas.











Maradona




El problema de Parménides fue que se quedó enganchado al Aleph de Borges, más de dos mil quinientos años de soledad. Jugando a la rayuela en Libertadores, el Ser se reveló un corralito, este sí, intraspasable. Sin oponente dialéctico de altura, Dios acabó jugando al fútbol para no lanzarse a la mala vida inmediatamente.









Malformaciones




En este país no se aborta ni siquiera a un gobierno con graves e irreversibles malformaciones congénitas, puesto que es nuestro deber de buenos ultracatólicos cargar toda una vida con sus secuelas por voluntad divina.











Liberalismo




Hijas y sobrinas de ministros al asalto de instituciones independientes a tiro de teléfono de Moncloa: qué mejor para regular la competencia que perpetuando genéticamente la incompetencia para regularla. O el liberalismo como liberalidad ilimitada para los liberales.











Fiat lux




Qué buena idea la del ministro Soria de boicotear y penalizar las energías renovables en un momento álgido de la estafa tarifaria de las eléctricas, ahora que el cambio climático apunta a una suicida subida de temperatura global de 4´8 grados y de más de medio metro del nivel del mar para final de siglo, donde el mediterráneo será de los más castigados. Como celebraría triunfalmente Montoro, lo bueno de nuestras costas saturadas es que los bloques de ladrillo no nos permitirán ver el apocalipsis.