¿Y a cuántos de los paniaguados que hoy abogan por el diálogo como solución, desde un discurso ampuloso y vacuo que incurre en la habitual banalidad política equidistante, calculada para reforzar lugares comunes e insustanciales, se les oyó bramar cuando en los pactos poselectorales los medios en su totalidad nos decían que no daban los números para un gobierno progresista PSOE-Podemos a la portuguesa, por cierto un éxito tanto económico como electoral, por la sencilla razón de que era tabú sentarse a hablar con los nacionalistas catalanes para pedirles su abstención, lo que podría haber sido una buena idea para tratar de evitar a lo que hemos llegado, la represión brutal jaleada desde los balcones ultranacionalistas rojigualda, pero condenada en Europa y la prensa internacional?
¿Alguien ha oído hablar en toda esta jauría de semanas y antidisturbios, finalmente monjiles, el debate del federalismo y la reforma constitucional pertinente, siempre bloqueada por el tándem PP-PSOE con la bendición de la gran prensa y televisión nacionales?
Suelen ser los mismos que fomentan la histeria en las redes con las reiteradas fotos de los niños muertos en las Ramblas, pero luego les hablan de los niños palestinos y se ponen despreciativamente estetas.
Un país uninacional, de una sola nación: la de los listísimos. Tanto como manipuladores -incluso expertos en refinada tortura psicológica y ambigüedad, lectores profusos de El País- como manipulados.
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