El instante fuera de todo tiempo, dijo Platón.
Giorgio Colli matizaba: se halla en el origen del tiempo mismo. La misma doctrina del instante en Heráclito que en Goethe.
Nodos desde los que se teje la trama sensible de las apariencias, a los que estas terminan regresando de nuevo en eterno retorno cuando se rasga el velo ilusorio de Maya.
El arjé, principio, origen del que todo surge y al que todo vuelve, como en Anaximandro o Parménides.
Los puntos de contacto entre la realidad eterna y el tejido espacio-temporal. Que es su imagen móvil, volvió a poetizar Platón.
Contactar y decir, resumió incluso su discípulo Aristóteles, más prosaico, respecto al ser.
La noesis o intuición, en un solo golpe de vista, de las verdades eternas fuera de la caverna.
El punto en el que todas las piezas del puzzle encajan en su máxima unidad, simplicidad y plenitud.
En su Forma original, primordial.
El éxtasis en que todo encajó con una belleza lógica irrebatible, en que Newton, Poincaré, Kekulé o Einstein contemplaron al fin articuladas sus teorías tras años de muros mentales y piezas dispersas.
En el cual Mozart contemplaba sus largas óperas de un solo fogonazo, y el resto era garabatear. Extenderlas en el tiempo.
El Aleph de Borges, que condensa todo el universo en un punto.
Las dimensiones superiores en la Teoría M, desde las que contemplar de una sola vez el transcurso temporal de las distintas perspectivas espaciales, como el cubismo pintaba el espacio-tiempo relativista, y los atajos multidimensionales.
El Aleph de Borges, que condensa todo el universo en un punto.
Las dimensiones superiores en la Teoría M, desde las que contemplar de una sola vez el transcurso temporal de las distintas perspectivas espaciales, como el cubismo pintaba el espacio-tiempo relativista, y los atajos multidimensionales.
El éxtasis místico, el éxtasis cognoscitivo, el éxtasis artístico.
Salirse de uno mismo, que es siempre éxtasis químico.
Estar ebrio para poder respirar más allá de uno mismo, acuñó el sufismo del persa Khayyam.
La habitación eterna del tiempo mítico, de la textura onírica, del déjà vu.
El paisaje arquetípico del nosotros del inconsciente colectivo en Jung, la oculta sincronicidad de sentido en los acontecimientos.
La sombra, el eco futuro sombreando en enigmáticos avisos la ilusoria actualidad, de nuevo en Goethe.
Estar ebrio para poder respirar más allá de uno mismo, acuñó el sufismo del persa Khayyam.
La habitación eterna del tiempo mítico, de la textura onírica, del déjà vu.
El paisaje arquetípico del nosotros del inconsciente colectivo en Jung, la oculta sincronicidad de sentido en los acontecimientos.
La sombra, el eco futuro sombreando en enigmáticos avisos la ilusoria actualidad, de nuevo en Goethe.
Pero nunca una manera mejor de referirlo y describirlo que Kase.O repartiendo arte.
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