Una Constitución que se pactó con los militares amenazantes en la habitación contigua, incluso de forma literal.
Cuyo articulado social chapotea en papel mojado mientras garantiza a rajatabla la vieja estructura de poder institucional al servicio de la vieja oligarquía, hoy modernizada y globalizada, consolidando su posición tras llevar al país al desastre inmobiliario.
Se celebra la norma suprema fuente de todas nuestras libertades cercenadas y amordazadas sin pudor por las recientes leyes, sin que Bruselas ni la contestación democrática interior hayan podido impedirlo.
El TC anda ocupado a tiempo completo como ariete del nacionalismo centralista blandiendo militares al alba, eclipse de derecho a vivienda y trabajo dignos.
Todo se resuelve con unas reformas, incide el cuarteto del régimen: al que ha venido a sumarse últimamente la responsabilidad de Estado del núcleo irradiador de Podemos.
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