Berta Cáceres iba camino de un
reconocimiento a la altura del Nobel de la Paz pero los escuadrones de
la muerte la asesinaron en su casa, tras numerosas amenazas desde ese
régimen hondureño fruto del golpe militar auspiciado por Hillary
Clinton.
El Papa Francisco llegó a tratarla, pero
aún no hemos oído su franciscana condena. Que el jefe de la Iglesia
hondureña, connivente con el golpe, sea su monseñor mano derecha podría
influir.
La ONU avisa -como suele: más por pasiva
que por activa- de que Honduras es hoy el país más peligroso para los
activistas ambientalistas y de derechos humanos de los indígenas.
Asistiremos a muchos reconocimientos
póstumos de Berta, hoy ondea en muchas páginas internacionales. ¿Han
leído ustedes sobre ella en los grandes rotativos españoles, en su
momento tan tibios cuando se produjo el golpe contra Zelaya?
Esto mientras se suceden los sucesivos
golpes blandos de las derechas duras en Latinoamérica: la Ley de
Amnistía en Venezuela para absolver asesinatos y actos terroristas con
bombas incendiarias, el extravagante impeachment en Brasil, la vuelta
maniatada al FMI de Argentina.
Al final, menos papistas que el Papa.