domingo, 17 de abril de 2016

Siempreviva en el ojal

 
 
Berta Cáceres iba camino de un reconocimiento a la altura del Nobel de la Paz pero los escuadrones de la muerte la asesinaron en su casa, tras numerosas amenazas desde ese régimen hondureño fruto del golpe militar auspiciado por Hillary Clinton.
El Papa Francisco llegó a tratarla, pero aún no hemos oído su franciscana condena. Que el jefe de la Iglesia hondureña, connivente con el golpe, sea su monseñor mano derecha podría influir.
La ONU avisa -como suele: más por pasiva que por activa- de que Honduras es hoy el país más peligroso para los activistas ambientalistas y de derechos humanos de los indígenas.
Asistiremos a muchos reconocimientos póstumos de Berta, hoy ondea en muchas páginas internacionales. ¿Han leído ustedes sobre ella en los grandes rotativos españoles, en su momento tan tibios cuando se produjo el golpe contra Zelaya?
Esto mientras se suceden los sucesivos golpes blandos de las derechas duras en Latinoamérica: la Ley de Amnistía en Venezuela para absolver asesinatos y actos terroristas con bombas incendiarias, el extravagante impeachment en Brasil, la vuelta maniatada al FMI de Argentina. 
Al final, menos papistas que el Papa.
 
 
 

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