Indignación de diputados del PSOE y
periodistas televisivos tanto en la Sexta Noche como Antena3 o TV1 ante
el espectacular, ácido y desternillante discurso de Gabriel Rufián de
ERC. No pude parar de reírme, lo reconozco. Lo mejor que se ha oído en
el Parlamento. Para una vez que sigo un debate de investidura completo,
mereció la pena.
Rasgadura de vestiduras general por el honor herido de los honorables diputados. En política solo importan las formas dentro de los códigos de conducta impuestos por las honorables élites. La verdad no importa un carajo. Porque ninguno de esos indignados periodistas ni políticos pudo resaltar ni una sola mentira en las palabras de Rufián. Fueron verdades como puños. ¿No les gustaron los modos?
Lo cierto es que, en cambio, nadie se indignó por los testimonios que enarboló: por ejemplo el de esa votante socialista de toda la vida que fregaba suelos por cuatro euros la hora, y que ahora lloraba ante la traición. Ningún resumen televisivo volvió a mencionarla. Tampoco repitieron las palabras de Iglesias cuando habló de esa España joven y moderna que sufre en precario o tiene que irse del país, que defiende los servicios públicos porque no puede permitirse educación o sanidad privada como sus honorables señorías. Ningún periodista lo comentó ni en la Sexta ni en ningún lado. No salió en ningún resumen. Nadie lo volvió a resaltar.
Es que cuando la verdad no interesa a señorías ni periodistas, lo llaman demagogia y lo eliminan de los noticiarios.
El humor de Rufián fue tan demoledor que hasta se vio a Rajoy descojonarse cuando le enfocaron, pero ningún periodista, ni Escolar ni ninguno, lo resaltó. Estaban tan indignados según los códigos de buena conducta servil, que no veían. Como incidía Groucho Marx con fingida indignación de presidente de Libertaria, tan aplicable a tanta ceguera ideológica: "¿A quién va a creer usted, a mí o a sus ojos?"
Coincido con Errejón, que lo aplaudió, en que ERC es impresentable cuando se alía con la antigua CIU para intentar echar a Ada Colau de la alcaldía de Barcelona. Por ejemplo. Por mucha transversalidad que alegue en el procés catalá, también ellos taparon recortes y corrupción de la vieja CIU. Es lo único que le cabe alegar a este PSOE contra sus palabras de ayer: y tú más. Pero la verdad sigue siendo la verdad.
Es que realmente lo de Rivera es cuñadismo neoliberal. Para devolverle a Iglesias la gracieta de Google sobre su incultura política, Rivera terminó su intervención con una intrascendente cita sacada de Google de J. F. Kennedy. Si Rivera hubiera leído por ejemplo a Chomsky, sabría quién fue realmente Kennedy, el de la ofensiva secreta sobre Vietnam del sur -no olvidemos después el napalm que los dejaba literalmente en los huesos en pocos minutos- o el de la crisis de los misiles en Cuba tras haber instalado los suyos en Turquía apuntando a Moscú.
¿Y es que realmente el propio Felipe González señor X no tuvo reparo en reconocer hace días implícitamente haber obtenido mejores resultados electorales que Sánchez "pese a todo lo que hicimos en el País Vasco"?
Porque Orwell, pese a luchar contra el golpe fascista en Cataluña, no llegó a ver la España actual: hubiera sacado oro en sus reflexiones sobre el poder de la manipulación de las conciencias en este país de millones de zombies ideológicos guiados por hordas de acomodados analistas de una ceguera épica.
Eso que Chomsky llamó "el problema de Orwell" en sus célebres Conferencias en Managua. El poder desactivador de la propaganda sobre nuestros propios ojos y oídos.
Quizás por eso para los antiguos griegos, el sabio solía ser literalmente ciego, tal que Homero, Tiresias o el propio Edipo tras su desgracia. ¡Total, para lo que nos hacen ver...!
Rasgadura de vestiduras general por el honor herido de los honorables diputados. En política solo importan las formas dentro de los códigos de conducta impuestos por las honorables élites. La verdad no importa un carajo. Porque ninguno de esos indignados periodistas ni políticos pudo resaltar ni una sola mentira en las palabras de Rufián. Fueron verdades como puños. ¿No les gustaron los modos?
Lo cierto es que, en cambio, nadie se indignó por los testimonios que enarboló: por ejemplo el de esa votante socialista de toda la vida que fregaba suelos por cuatro euros la hora, y que ahora lloraba ante la traición. Ningún resumen televisivo volvió a mencionarla. Tampoco repitieron las palabras de Iglesias cuando habló de esa España joven y moderna que sufre en precario o tiene que irse del país, que defiende los servicios públicos porque no puede permitirse educación o sanidad privada como sus honorables señorías. Ningún periodista lo comentó ni en la Sexta ni en ningún lado. No salió en ningún resumen. Nadie lo volvió a resaltar.
Es que cuando la verdad no interesa a señorías ni periodistas, lo llaman demagogia y lo eliminan de los noticiarios.
El humor de Rufián fue tan demoledor que hasta se vio a Rajoy descojonarse cuando le enfocaron, pero ningún periodista, ni Escolar ni ninguno, lo resaltó. Estaban tan indignados según los códigos de buena conducta servil, que no veían. Como incidía Groucho Marx con fingida indignación de presidente de Libertaria, tan aplicable a tanta ceguera ideológica: "¿A quién va a creer usted, a mí o a sus ojos?"
Coincido con Errejón, que lo aplaudió, en que ERC es impresentable cuando se alía con la antigua CIU para intentar echar a Ada Colau de la alcaldía de Barcelona. Por ejemplo. Por mucha transversalidad que alegue en el procés catalá, también ellos taparon recortes y corrupción de la vieja CIU. Es lo único que le cabe alegar a este PSOE contra sus palabras de ayer: y tú más. Pero la verdad sigue siendo la verdad.
Es que realmente lo de Rivera es cuñadismo neoliberal. Para devolverle a Iglesias la gracieta de Google sobre su incultura política, Rivera terminó su intervención con una intrascendente cita sacada de Google de J. F. Kennedy. Si Rivera hubiera leído por ejemplo a Chomsky, sabría quién fue realmente Kennedy, el de la ofensiva secreta sobre Vietnam del sur -no olvidemos después el napalm que los dejaba literalmente en los huesos en pocos minutos- o el de la crisis de los misiles en Cuba tras haber instalado los suyos en Turquía apuntando a Moscú.
¿Y es que realmente el propio Felipe González señor X no tuvo reparo en reconocer hace días implícitamente haber obtenido mejores resultados electorales que Sánchez "pese a todo lo que hicimos en el País Vasco"?
Porque Orwell, pese a luchar contra el golpe fascista en Cataluña, no llegó a ver la España actual: hubiera sacado oro en sus reflexiones sobre el poder de la manipulación de las conciencias en este país de millones de zombies ideológicos guiados por hordas de acomodados analistas de una ceguera épica.
Eso que Chomsky llamó "el problema de Orwell" en sus célebres Conferencias en Managua. El poder desactivador de la propaganda sobre nuestros propios ojos y oídos.
Quizás por eso para los antiguos griegos, el sabio solía ser literalmente ciego, tal que Homero, Tiresias o el propio Edipo tras su desgracia. ¡Total, para lo que nos hacen ver...!
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