El Estado de nuestro bienestar funciona mejor que nunca,
pero nunca tan bien como el cerebro presidencial en sus plasmáticas
intervenciones onanistas, sus bolígrafos a la virulé al lado de Merkel o ese
ojo nixoniano delator con cada mentira-misil o tren descarrilado lanzados a la audiencia de los
suyos, que asienten transportados en el subrayado de ese nuestro dedicado tan especialmente.
Presidente a la virulé, masoquista en manos de la dominatriz germana y asaltahogares bancario de familias vulnerables de su puño y letra, que sumarse a narconegocios y otras mafias de Esperanza, y pura fe en los millones de desesperados que levantarán el país a la virulé, aunque más bien se hundan con su emprendimiento descarnado sin trifásico. La caridad como política ya se ha encargado Cospedal de traerla a colación en diferido.
Este país caricaturesco más cerca del desierto que de la frondosa arboleda que, una vez hace ya unas elecciones, prometió plantarnos el hoy chapapote presidencial, en lugar de este pino único que nos ha dejado en la boca.
Este país caricaturesco más cerca del desierto que de la frondosa arboleda que, una vez hace ya unas elecciones, prometió plantarnos el hoy chapapote presidencial, en lugar de este pino único que nos ha dejado en la boca.
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