Económicamente, la tasa de rendimiento decreciente del beneficio, enunciada por Marx, que empujó al capital a la financiarización irrestricta, destructiva a medio plazo, crepuscular y de enloquecida acumulación, y a colonizar los nichos de lo público en busca de nuevos mercados a costa de las mayorías.
Geopolíticamente, el colapso del bloque soviético en su incapacidad para transicionar hacia la economía intensiva, tecnológica, eliminando el contrapeso que daba fuerza al mundo del trabajo occidental.
Y fue el totalitarismo triunfante sobre las conciencias, exponenciado por la reciente explosión tecnológica del consumo y el control de masas: los prisioneros platónicos de la caverna encadenados a las sombras en pantalla ni se olieron el crack financiero y apenas intuyen hoy sin conceptos, instintivamente, el colapso civilizacional y ecológico.
La política, las sombras que arrojan los grandes negocios sobre la sociedad, nos remarcaba el filósofo Dewey la caverna platónica. Negocios que claman guerra y declive general para el resto, que anuncian de nuevo fascismo a tumba abierta para su prosecución.
Parte esencial de estas cadenas platónicas, escamotear el pensamiento causal respecto a los fenómenos sociales en el conjunto de la población. Tiempo mítico de reptilianos, ovnis, tierraplanistas, Illuminati ¿qué pensamiento político podemos demandarle tanto a bipartidistas irredentos, hoy desnortados, como a los grupos sociales desterrados progresivamente, crisis tras crisis?
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