Rajoy suelta un sutil codazo de alegría cómplice sobre su
compañero de armas en la tribuna de personalidades sin personalidad, cuando el
Madrid franquista empata en el último suspiro la final de Champions al equipo
de la ilusión de la gente, mientras retiene un gesto triunfal que en su caso
recrea el gesto estreñido del caballo de Calígula, o el del último Rómulo viendo
desmoronarse el imperio del sinsentido. Se trata de su mafioso florentino de
cabecera, de la Florencia del arte de la corrupción, la lapidación de erarios
públicos a ladrillazos, dilapidación saudí de gentes y especulación de espejo
de Dorian Grey, con mediocre y mafioso rostro a ambos lados.
Rajoy desconoce que más dura será la caída.
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