domingo, 8 de septiembre de 2013

Modo clásico




Acémilas de contrato y truco, y horarios imposibles: eso buscan en sus plantaciones de algodón cara al público, atornillando en la fábrica exclusivas gafas de cegar al mundo, o cosiendo opacamente en los bordes de las carreteras el traje tonto del emperador para mayor gloria de Inditex. Uno acude a perderse a alguna isla desierta o un monasterio alejado del mundo, pero ya vienen patrocinados por las grandes marcas. Y la gente se deja allí su último dinero por reingresar en su desesperada, costosa e inútil huida. Esta penosa imagen la siguen mitigando las honrosas excepciones de los millones de refugiados de la guerra civil siria o de Malí, que aún se desempeñan en el modo clásico.










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