Un escritor
incipiente justo en su otoño vital, declaraba. Pero no hay suficiente ombligo
de escritor para cegar semejante boquete anímico, del tamaño del cambio
estacional en el cielo. Y por dónde empezar esta vida de Henri Brulard, siempre que no sea en la escalinata de San
Pedro ni en ningún otro lugar que huela a renacimiento alguno. Y en ningún caso
especificar los rincones preferidos de adolescencia para masturbarse, porque
sus coordenadas eran siempre las de la memoria, aunque sin duda de su irrepetible puño y letra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario