Lo llamativo
de este gobierno es que, mientras anuncia una salvífica y depuradora Ley de Transparencia
gestada entre opacos cabildeos y restricciones, anda esquivando olímpicamente comparecencias,
ruedas de prensa, periodistas, jueces, Congreso, comisiones o cualquier otro lugar
donde les vayan a formular alguna pregunta, o se les exija rendir cuentas. Y las
pocas ocasiones en que se han visto atrapados ante la palabra, las explicaciones
han resultado tan estrambóticas, y las situaciones que han creado incluso entre ellos
mismos tan esperpénticas, que delata que no pueden permitirse la más mínima verdad
sobre nada. Luego vendrán los encorbatados expertos con no sé cuántos másteres en
politología, marketing y comunicación en universidades norteamericanas y nos asegurarán
por tv. o en prensa que existía un principal problema en la estrategia comunicativa de este gobierno. Y entonces nos alegraremos del recorte en las posibilidades
de nuestros estudiantes becados, incapaces en adelante de coronar tales cimas, ni
alcanzar semejante homenaje del vicio a la virtud que La Rochefoucauld clavara.
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