domingo, 29 de septiembre de 2013

El extranjero





Llueve en Nador. Desde el interior del café no sabe si es que se desmorona el cielo: en lo que a él respecta no existe diferencia en ese momento. Es el día sepulcral, lapidario -se dice- Es el maldito viento del Estrecho que siempre le desata la intemperie en sus alicientes más íntimos. Pedir un tercer té resultaría temerario, porque el brío ciego sin nada que morder termina por abrirle un hondo agujero emocional tantas veces. Sale en dirección al paseo marítimo, atraviesa los pasadizos de tiendas y esquiva los tenderetes recogidos a toda prisa de la abarrotada plaza. Se empapa en apenas un minuto, chorrea lluvia, las mangas largas empiezan a pesarle en los brazos. Cuando llega no queda nadie allí. Ni siquiera queda el mar detrás de la espesa cortina. Las barcazas del paseo turístico se bambolean contra la barandilla flotando en una indefinible nube gris, y el sonido reiterativo y furioso de los choques anuncia el ensordecedor ruido de helicópteros militares españoles que emergen del ojo del huracán, cuyos focos le señalan como el extranjero. Esta vez dispuesto a dejarse abatir por el primer argelino con el que se tope. 










No hay comentarios:

Publicar un comentario