Primera
decepción metafísica de un niño de tres años: descubrir que no puede entrar en
la pantalla a jugar con el rey león. Pese a todo insiste en preguntarlo con voz
quejumbrosa y entre pucheros. El padre le explica, molesto por la interrupción
en lo mejor de la hamletiana trama, que ya estaba inmerso en la pantalla acompañando en sus
aventuras al rey león antes de que se saliera, y lo extrajera abruptamente a él,
para plantear la desestabilizante pregunta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario