martes, 1 de octubre de 2013

Dexter





La noche sobreestimulante de la gran urbe aturulla de neones las pupilas, que desorientan el otrora férreo instinto del vampiro de Düsseldorf, a quien esta vez Jack the Ripper astuto y celoso de lo suyo embaucó con un falso mapa que presuntamente conducía a su oscura, sucia y brumosa, desamparante Whitechapel donde hubiera podido desahogarse hasta el hartazgo. Con tanta ingenuidad ¿cómo hubiera conservado su cabeza o su cuello intactos de todos modos? Precisamente American Pshycho, en aquel su perenne invierno siempre cargado hasta las cejas de nieve, se cruzó saliendo de la psicótica Wall Street con aquel tipo vintage, a quien en su risible desconcierto en medio de la babel de rascacielos había descartado al momento, agotado y claudicante, para que el lote de asquerosos vagabundos y otros freaks callejeros no fuera a desbordar esa semana sus ansias de yuppies troceados en su nevera de diseño. A esas horas las familias andaban de todos modos degustando por t.v. los valores familiares anómicos en provincias que encarna el bueno de Dexter.












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