La noche sobreestimulante
de la gran urbe aturulla de neones las pupilas, que desorientan el otrora férreo
instinto del vampiro de Düsseldorf,
a quien esta vez Jack the Ripper astuto y celoso de lo suyo
embaucó con un falso mapa que presuntamente conducía a su oscura, sucia y
brumosa, desamparante Whitechapel donde
hubiera podido desahogarse hasta el hartazgo. Con tanta ingenuidad ¿cómo
hubiera conservado su cabeza o su cuello intactos de todos modos? Precisamente American Pshycho, en aquel su perenne
invierno siempre cargado hasta las cejas de nieve, se cruzó saliendo de la
psicótica Wall Street con aquel tipo vintage,
a quien en su risible desconcierto en medio de la babel de
rascacielos había descartado al momento, agotado y claudicante, para que el
lote de asquerosos vagabundos y otros freaks
callejeros no fuera a desbordar esa semana sus ansias de yuppies troceados en su nevera de diseño. A esas horas las familias
andaban de todos modos degustando por t.v. los valores familiares anómicos en provincias que encarna
el bueno de Dexter.
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