En el punto
tangente de contacto entre nuestro planeta y la luna, una vez esta se acercó lo
suficiente a punto de impactar, soñó que se abría a sus pies un paisaje
fantástico, un enorme valle de sombras que también se elevaba sobre su cabeza, hacia el
que peligraba resbalar por la pendiente terrestre. Y saltaba de una a otra jugando
con la gravedad de ambas para sobrevolar los tejados de las casas lunares desperdigadas
en sus parajes sin atmósfera.
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