Las
exportaciones boyantes, la dicharachera movilidad exterior o las ganas de
largarse y formar un estado propio de tantos catalanes urgen a una actualizada
reforma constitucional -arden foros y blogs- en la que en adelante nos llamemos Expaña. El instituto Cervantes por su parte, que tampoco es manco, persiste en permanecer residiendo allá afuera, en homenaje a ese descendiente de judíos cuyo apellido porta de estandarte, al que el racismo castellano viejo por el contrario impidió salir de su miseria para ir a hacer las Américas, no hubiera acabado escribiendo Cien años de soledad o Juan Rulfo.
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