Europa descubre ahora con horror en Lampedusa que sus viejas
cámaras de gas lo son hoy de agua de mar mediterráneo, en sí mismo moribundo, para
que vayamos apresurando los nuevos manuscritos del próximo mar muerto. No los quieren
vivos, pero las autoridades europeas desfilan para rendirles culto una vez ahogados
a cientos: socorrido y necrofílico expediente para disimular las esvásticas fortificadas
que un Banksy pudiera pintarles en sus vallas y muros de contención.
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