El tren de la libertad hace parada en
Atocha y se despliega por Madrid, jaleado por las multitudes digitales y
apoyado por decenas de manifestaciones en Francia. Confirmado: la gente se
posiciona contra el aborto de la libertad de las mujeres. Ni siquiera aceptable
en el supuesto Gallardón, y sus milongas sobre la defensa de los derechos del
no-nacido, bien jurídico pero nunca portador de derechos. Casi como si fuera una
mujer, alegará el ministro. O llegaríamos al absurdo de tener que inscribir a ese
nasciturus en el registro de fallecidos, incluidos los abortos naturales, o
registrar el número de embarazos para el censo o para computar las necesidades del
sistema educativo. ¡Ah, no, pero si cosas así ya las hizo el honorable Camps en
la Comunitat Valencià! Habrá entonces que buscarse un argumento mejor.
Alguno de
sus vagones más incisivos descarrilaron contra el muro de antidisturbios en Valladolid, a las
puertas de la Convención del PP. Esta vez solo tiene que añadir una n capciosa para tildarles de Marea Violenta, como en general a
cuantas han venido últimamente a sus rompientes a sacarles los colores.
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