El esfuerzo
del gobierno por contener el torrencial avance del déficit moral obliga a
recortar también en justicia universal y a seguir ajustando plantilla. La
familia Couso, las víctimas del genocidio español y secuelas, el de Gaza o
Tibet, guantanameros y tantos otros, si aspiran a alguna justicia y dignidad
deberán sumarse en efervescente movilidad exterior al diluvio emigrante de
mujeres embarazadas con recursos, jóvenes o investigadores. Nadie es profeta en su tierra. El atropellado
éxodo según se le desmoronan los números a los expertos, génesis espiritual de semejante apocalipsis de recuperación.
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