jueves, 26 de diciembre de 2013

Banquete




En el interior de cada cosa o situación late una idea. Ajuste la lente, señor pensante.
Cada paso, una reverberación y distorsión de eternidad. Siempre lo mismo recreándose incesante en un caleidoscopio infinito.
En el fulcro intemporal se genera el sentido. Mediante violento impacto se esparce y diversifica por los laberintos de experiencia, por el enramado de sensaciones que tejen ese bosque tupido de lo real que no dejan ver sus arbóreos apremios.
Aquellos originales paradigmáticos que Platón sitúa en el origen del tiempo, allí donde todo se explica en un único golpe de vista. De lo cual el resto es ya memoria, eco, profusión articulada por cuyos canales se distribuye su savia de estallido primordial. Nostálgica y dolorosamente carente de sí misma en una torturada lejanía atada en corto, descoyuntada de contradicciones supremas.
Despojándose en cadena perpetua las cosas, capa a capa, de su próspera e inestable irrealidad.
Qué cosas me hará decir por escrito este chico, se encogía Sócrates de hombros con el ánimo sereno aquella radiante mañana tras el banquete.













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