Fuertes vientos
que matan y destrozan, sí, pero que nos abaratan la aportación eólica de la factura.
Propietarios y oligarcas matan y destrozan, y nos la encarecen.
Queremos que
nos gobierne el viento.
Incluso convertirnos en parque eólico, a despecho de Sloterdijk.
Incluso convertirnos en parque eólico, a despecho de Sloterdijk.
Disiparles los
beneficios en cada borrasca, anegarles los fondos de inmersión con cada tifón filipino, ahogar sus derivados en antártica derretida, tiznarles de negro Chevron las
sucias manos en Ecuador, ahora que se arrancan entre ellos a dentelladas de tierra el petróleo. Incluido el ártico, que
emerge del hielo recalentado en una guerra aún más fría.
Que nos gobiernen
las hordas del clima. Pero asegurémonos de invitarles a la fiesta, aun traídos por
los pelos. De despedida y sorpresa.
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