martes, 24 de diciembre de 2013

Villancico




Huxley se balanceaba sobre la tela lisérgica de una araña, y como veía que resistía, escribía para llamar a otro nigromante. Etcétera. La canción se extiende y diversifica por cada uno de los infinitos rincones fractales ad nauseam, de modo que no la perseguiremos. Pero Huxley logró una sugerente literatura fenomenológica al respecto, qué gloriosa experiencia cabe, no obstante tanto lapislázuli. Sale a la calle a despejarse de la lectura y se topa con el intenso clima navideño que Levi-Strauss tildara de nuestros propios potlachts destructivos, y piensa por un momento que se le ha contagiado el efecto a través de la lectura y que el cuadro dantesco de compraventa incesante del vínculo social entre guirnaldas solo bulle en sus recuerdos más profundos, y no ahí delante. ¿Cortesía del genio maligno cartesiano entregado a bajos menesteres? Puesto que deambula por callejas laberínticas de un Fez instantáneamente nevado.
Importando deslumbrantes brumas míticas de vergeles imaginados, recreaciones en impostura colectiva de lo que nunca fue, y menos aún tan glorioso, enfrente de este desarbolado pero resiliente puestecillo de especias orientales. Solo así alcanza a disfrutar la fiesta del chivo, cual rey mago. 











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