Es
simplemente que la savia mental ingrese en un bucle de retroalimentación
positiva, que ascienda en el recorrido de un círculo virtuoso como el que queda
tan lejano a las políticas económicas europeas, incluso bajo este cielo de pedernal
contra el que se estrellan cada uno de sus drones y estallan en horror, como sus
burbujas ulcerosas de país lo hacen en hedor. Necesita problemas. Limpiarse las
legañas depresivas para acertar a divisar los puzles múltiples, inacabables. Y
un problema conducirá a otro aún más sugerente e interesante. Necesita
objetividad platónica para elevarse sobre las arenas gravitatorias de sus
miserias atómicas. Porque empieza a sentirse harto, y verdaderamente cansado,
del principio de incertidumbre de Heisenberg y sus confusas, abismáticas
resacas navideñas.
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