Falciani
sube la apuesta del fraude español en cuentas suizas a la friolera de 200.000
millones. La Fundación Botín ofrece edificantes conferencias sobre que entre
todos podemos seguir enriqueciéndoles a ellos. Los grandes corruptos terminan
condenados por delitos fiscales menores como Al Capone. El Príncipe vende al
resto de nuestras elites empresariales en Brasil por plasma, en la mejor
escuela rajoyana, porque el caro avión-capricho que Aznar nos endosó con cargo
al presupuesto no funciona. ¿Y si cambiamos el símbolo de la bandera, y en el
lugar del aguilucho hoy parapetado tras el escudo constitucional colocamos a la
bruja averías…? ¿Y si en lugar de tramarle letras al himno, a la antigua, mejor no lo
lanzamos al mar encadenado a su tremenda hipoteca, o directamente lo entonamos entre nuestras estafas preferentes…?
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