viernes, 8 de noviembre de 2013

Crisis II


 

No te negaré que. Pero trataba de hacerlo denodadamente. Fue lo que inclinó definitivamente la balanza en su contra. Pues hubiera preferido que me lo negaras, le descerrajó antes de darle la espalda inmisericorde y definitiva. Él se quedó colgando de su solución de compromiso, de sus medias tintas desteñidas, su constringente centrismo y estreñido ademán. Casi como el inmigrante sin correa de seguridad que cuelga del andamio sobre las cuchillas girantes de la maquinaria, por cierto que adeudada por el patrón moroso, quien en aquellos momentos luce su típico discurso xenófobo cargado de faltas de ortografía en el club de golf.
Ella acabará cuidando en sus agotadores horarios, bajo la espada de Damocles del nuevo ERE, a aquel obrero sin papeles amputado, que algún desaprensivo abandonó en la puerta de urgencias desangrándose. Él compartirá misa de doce con el desabrido patriarca sin atreverse a preguntarse mutuamente por la ruina que las desatadas lenguas les endosan a ambos.
Al fin cada uno en su sitio tan fuera de lugar. 










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