Cuando las colas de espera para despedir al finado Suárez
terminen de eclipsar las del INEM, seguro que se nos informará del Madrid abarrotado
de democracia del 22-M. Exequias y loas programadas desde el principio como
agonía, que no pretendieron nunca desmerecer la auténtica democracia en la calle y menos
aún en nombre del padre que dicen que la fundó, y que cínicamente se lo
engulló.
En efecto, emocionado homenaje del club de sus fieros detractores de antaño del
rey para abajo, para escenificar una unidad política que el mismo día se deja
fuera por descuido a cada vez más millones. Los que no cabían en Colón, junto
al resto de los que no cabían en sí de gozo. No se lo tomemos a mal. Simplemente les pudo la emoción ante semejante
carambola del marketing político, que haría vibrar a cualquiera con una mínima sensibilidad oportunista. No olvidemos que ya llevaban haciendo uso consagrado del símbolo
Suárez desde que todos nosotros compartimos su misma amnesia.
En cuanto a las
Marchas de la Dignidad, lo bueno es que jamás podremos olvidarlas puesto que nunca existieron.
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