Acosar por no
doblegarse a la gran mentira político-mediática del 11-M al entonces comisario
de Vallecas y familia, hasta lograr que su mujer se suicidara ante la
insoportable presión. Aquellos sí que eran gloriosos escraches, y no los de la
desahuciada ETA camuflada tras la PAH.
Tener
que escoltar a la presidenta de las víctimas del 11-M, la lúcida Pilar
Manjón, para protegerla del inmune terrorismo de los nuestros, marca impune de la casa.
Profanar reiteradamente la tumba del GEO muerto en Leganés negado incluso en vida, a ver si a la enésima hallaban el famoso cadáver de pega ya descongelado, o acaso se levantaba y andaba.
Rouco Varela aún pudo obrar el milagro en su monólogo en la catedral, resucitar al comienzo del tercer lustro el infame delirio. Como última lapidación de las víctimas de su cadena, esa de la que nadie tira nunca en este país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario