Casualmente las cargas empezaron a tiempo para abrir los
telediarios, una hora antes del plazo otorgado de legalidad y rompiendo
justamente el momento de clímax de concordia, fiesta y orgullo de Colón. Esta
vez no había sotanas ni fanáticos vírgenes de ojos en blanco clamando al cielo,
y por eso.
Seguiremos sin saber quiénes eran los encapuchados, porque a
los robóticos se les olvidaba misteriosamente desenmascararlos antes de dejarlos
marchar, mientras que a los cientos de miles que querían marchar pacíficamente
estaban allí para impedírselo violentamente.
Las portadas se confabulan al unísono en despreciarlos
numéricamente, pese a equipararse a las Marchas del no a la guerra, y resaltar
la violencia de unas decenas sin mencionar el origen en unas cargas incendiarias,
como enésimo ejercicio de explosión controlada para dar coartada a la acción
policial descontrolada.
Olvidan la presencia de observadores internacionales que
destilarán informes de esta resaca de barbarie.
Olvidan qué pasó entre el 11-M y el 14-M cuando las mentiras
gubernamentales y de la prensa afín, que hoy es toda, pero trascendidas por la
prensa internacional, indignaron a la población y los desbancaron del poder.
Olvidan que Madrid sigue moviéndose, y que todo esto lo
denunciarán hoy mismo sus altavoces tras las asambleas. La verdad de las imágenes pulula
efervescente por youtube.
Olvidan siempre que la verdad siempre tiene billete de
vuelta, por lejos que la exilien de ida sus viejas razzias guerracivilistas. Es decir, contra los civiles.
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