lunes, 24 de marzo de 2014

Cifuentes y perjuicios



Detenidos siete horas brazos en alto y cara a la pared, que sol no había. Ni a mear ni a beber ni a desmayarse. A uno lo acusan de intento de homicidio como si hubiera provocado hace un mes en Valladolid un derrame cerebral a una anciana con una porra reglamentaria, o le hubiera machacado un testículo a un joven o extraído decenas de ojos a balazos de goma, o acaso descoyuntado a mucha gente. Por poner algunos estrafalarios ejemplos.
Debemos comprender a los torturadores en su recién adquirido estatus de víctimas. Víctimas de la orden de efectuar cargas brutales en Colón contra la multitud, abarrotada de ancianos y familias con niños. Y luego doblemente víctimas del abandono en que sus mandos dejaron que les escoltaran cientos de sus pancarteros sangrantes, precisamente para que los telediarios inauguraran alguna imagen de policías agredidos, tras estos años en contumaz sentido inverso
Y que en dicho entrenamiento aleccionador vibrara en sus escudos el mismo miedo habitual que provocan en la gente con su violencia prepotente y arbitraria, esa de la que se alimenta su autoestima de orgullo patrio. Un bravo por Cifuentes y su lección moral a los esbirros, con jugosas vistas al prometedor paisaje de su ambición. 
En la línea de su partido gobernante para el que se postula candidata, esa ambición que nunca repara en gentes ni en efectivos sacrificables si la dicha es buena. 
Y que jamás reparará los daños causados.













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