Cifuentes logra disolver ex
ante las protestas contra la represión antidemocrática y la brutalidad policial,
a base de amenazar con más ojos y testículos machacados. Más que nada para
quitarles la razón, igual a la que sus robots ilustrados venían recién de
expropiar de la mismísima Universidad. Producto de semejante expolio racional con
que enculturar a las propias filas, pese a lo malsonante de la palabra, surge la
propuesta de tornar el botellódromo
en manifestódromo: un lugar apartado
de la civilización donde la alcaldesa Botella podrá acudir a manifestar sus
opiniones sin provocarle violencia cerebral a nadie.
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