De manual de cinismo tantas veces ensayado, y tan aguirrista.
Cifuentes sanciona a los organizadores de la manifestación porque querían matar
a sus policías. Esos que sus mandos abandonaron al socaire después de abrir
boca, cráneos y testículos, y que salieran fotogénicos en defensa propia. Como
siempre para auparse de nuevo del lado de las víctimas sobre su lomo, además de
quitar con cárcel las ganas de organizar protestas. O acabaríamos siendo una
democracia y eso suena a peligroso. Hasta sus propios infiltrados eran comandos
violentos de ETA, aunque a estas alturas solo lo sugieran ya entre dientes. Tan
violentos los más violentos que estuvieron a punto de lanzar los cócteles
molotov que al parecer no llevaban, pero que por si acaso justificó las
brutales cargas de inicio.
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