martes, 18 de marzo de 2014

Aquí



Quince policías venezolanos detenidos por desobedecer órdenes y dar suelta rienda a la violencia desmedida contra la violencia desmedida de la rabia fascista del privilegio. Pese a los compañeros y trabajadores muertos, muchos de forma indigna y cobarde como perros degollados, se debían al orden constitucional. Reacción fulminante, coherente, inmediata del gobierno. Casi diríamos democrática, a riesgo de blasfemia mediática. Detenidos por desobedecer órdenes, no por obedecerlas.
Aquí por obedecer órdenes que jamás existieron, quienes las emitieron salen indemnes de quince muertos. Estos últimos sí que completamente inofensivos, por indefensos. Y sin embargo, una ofensa imperdonable en la línea de flotación de nuestro amor por España, tanto que casi merecían abatirse. Por supuesto que nos importan las personas: pero si tenemos que elegir entre las víctimas y nuestros guardias, en eso somos todo corazón.  
Aquí además interrogan encapuchados a manifestantes detenidos para amedrentar al resto, excepto a los infiltrados policiales responsables de los disturbios. Golpean, rompen huesos o sacan ojos a pensionistas, estudiantes, parados, universitarios y demás perroflautas risibles e inocuos, parapetados tras el hueco de sus placas de identificación olvidadas en casa encima del piano, junto al bonsái y los sonetos de Shakespeare. Aquí se detiene desde hace años en el País Vasco proporcionalmente más gente que en la totalitaria Cuba, tres de cada cuatro finalmente liberados sin acusación alguna.
Pero estos pequeños defectos de forma nunca nos arredrarán en nuestra valiente y comprometida denuncia contra la dictadura de ese gobierno venezolano, que lleva quince años ganando elecciones con mayorías inapelables y poniendo los muertos en la calle de cada celebración ganada al dinero, bajo la balacera de la libertad desde coches de alta gama.  












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