La
presidenta del Círculo de Empresarios, en este país muy rara vez de lectores, hablando de
jóvenes que no valen para nada y a los que reducir aún más el salario mínimo,
se salva de las consecuencias autorreferenciales del aserto porque no es joven
ni tiene cara de haberlo sido alguna vez, ni aun con el burdo achispamiento de
su Marqués de Riscal.
Círculos
como los dantescos para conducir al infierno al resto. Ellos que giran en
círculo en torno a la carroña que ellos mismos elaboran como abejarucos fructuosos, sin
duda la carroña lo es por desagradecida, sostienen fervorosamente que el
mundo orbita en torno a ellos porque son el ombligo y el resto tan solo lo inmundo.
Y es que pretender justicia social nos aboca siempre a incurrir en círculos
viciosos como el desempleo o el desahucio. Alguien debería venir a poner orden.
Las cámaras
de empresarios la aplauden, pero niegan tajantemente estar preparando las de
gas. Alemania es el modelo solo hasta cierto punto. Aunque fueran los nazis quienes vinieran a aprender de los
campos de concentración franquistas, simplemente se cobraban la impagable deuda de haberle
inspirado a nuestro Guernica un Picasso.
Alguien ha
debido iluminarla después a la insigne presidenta empresarial sobre su
sorprendente cualificación declarativa, porque de repente lo que importa y
posee valor son las personas. En un inesperado giro circular descendente como
el de la espiral de los buitres a fondo, por aquello de que se ajusta
igualmente al número áureo de la belleza.
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