El argumento definitivo contra la PAH es un hallazgo del circense
Alfonso Rojo, en su perpetuo cabreo contra lo que ensucian los pobres. Ada Colau está gordita, y los cientos de miles
que la apoyan son unos piojosos. Quienes lo vieron en la Sexta Noche, pobres
de espíritu sin más noche que esa. A la séptima cuentan que descansó. Frecuentan
asadores, palcos de fútbol y corridas de toros, y todo debate termina donde comienzan
a prender sus estrepitosos puros. El que más o el que menos ha desperdigado muchos
hijos, ha destruido muchos árboles y quemado muchos libros con absoluta brillantez.
El cochinillo manda por sí solo, eructan
satisfechos de chaqué: Dejemos los alambicados
matices argumentativos para La Razón. La cruel ironía en todo esto es que a
Alfonso Rojo nadie hubiera querido sacarlo jamás de su casa, salvo precisamente
algún enajenado demiurgo misantrópico, de muy aviesas intenciones y varias cadenas de
las que mejor tirar.
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