Primera
decepción metafísica de un niño de tres años: descubrir que no puede entrar en
la pantalla a jugar con el rey león. Pese a todo insiste en preguntarlo con voz
quejumbrosa y entre pucheros. El padre le explica, molesto por la interrupción
en lo mejor de la hamletiana trama, que ya estaba inmerso en la pantalla acompañando en sus
aventuras al rey león antes de que se saliera, y lo extrajera abruptamente a él,
para plantear la desestabilizante pregunta.
sábado, 31 de agosto de 2013
Espejo
Lo más
urgente es que ella tardase una vida entera en reaparecer entre el gentío, entre los
gorrillas agazapados oteando el resquicio de unos dirhams y las insoportables caravanas de regresantes pródigos
amontonadas frente a la verja. Que postergase sine die el frágil aleteo y su spleen
de cisne extraviado, su retraído estar en cualquier parte del que sus
afilados pómulos guarecían su mirada dubitativa. Urgente que
no se le resquebrajase el sueño tan temprano, porque asomarse a ella un poco más cerca la siguiente vez le revelaría entre
trizas lo que ya entendía, sin asumirlo, como su propio melancólico e intransferible
espejo, típicamente reacio de amanecer.
Metafísica I
¿Por qué este mundo…?, clamó el meditativo
encaramado a las cimas de la LSD, a la espera del acuse de recibo de su monótono
eco. Y entonces el mundo resonó antrópicamente, encarándole la indisimulada ingratitud que alienta
siempre en la pregunta, que pregona su incombustible lógica autoinconsciente: ¿Cómo si no ibas a estar ahí planteándolo...?
Metafísica II
¿Y por qué íbamos a dejar de preguntarnos por qué?,
llegaba impuntual su defensa, como suele ocurrir en lo que los franceses llaman ocurrencia de escalera, una feliz expresión
probablemente gestada ella misma después de una escalera. Era al día siguiente,
ya recuperado de la experiencia, enfrente de su amigo profesor de filosofía
especialista en el mito de la taberna, con una entrega equiparable a la del mismísimo Omar Khayam.
-¿Sabes?
-le explicaba- No sabía qué era yo…
El amigo lo
miró calmada e irónicamente, y le espetó: ¿Ah,
es que ahora ya lo sabes…?
martes, 27 de agosto de 2013
Paganini
Paganini y
el grillo de mi ventana comparten la capacidad de tocar un largo concierto
sobre una sola cuerda sin descanso, incluso sobre una sola nota: pero de los dos solo el
segundo ha pactado realmente con el diablo, porque les oí cuchichear en la
maleza unas horas antes de que su canto me enloqueciese permanentemente.
Nietzsche
Le
encontraron llorando abrazado a un caballo en Turín y temieron por su cordura:
pero era simplemente un fortuito enganche testicular con las correas al apearse
del brioso jamelgo. La filosofía aún podía esperar siglo y medio más.
Zombies
Varias
cosas sobre los zombies. Las películas
nos suelen mentir descarada e impunemente solo por inyectarle tensión a la
acción, al tiempo que obligadas a deshacerse de tanto personaje secundario en
el estrecho margen que le dejan hora y media o dos horas: los zombies nunca son tan veloces, como si
se tratase de hambrientos felinos del National
Geographic. Lo descubrió tras una larga noche de terror. Puedes permitirte
que se acerquen a cuatro o cinco metros sin problema, desperezarte, dejar el
bocadillo de paté de pimienta apoyado en el quicio y salir a paso rápido con el
objeto de desviarle, perderle a la vuelta de la manzana y recuperar el grato
momento en aquella esquina donde terminar de saborear el bocadillo y engullirlo
pensando en tu equipo de fútbol. La angustia fatal y honda, con íntimas y
perdurables secuelas, acontece cuando al fin reparas en que el resto de tu vida
será eso. Nunca te cazarían dados sus lentos movimientos, sus gruñidos y el
hipnótico fru-frú de sus acartonados harapos avisando siempre a distancia. El
auténtico problema es que al haber tantos y en todas partes siempre impedirían
al protagonista disfrutar enteramente cualquier rato sin tener que
interrumpirlo, en una cansina y cada vez más desanimada huida. Eso
descubrió en una noche de terror que duró lo que la eternidad de una duermevela
alcohólica, en la parada del búho
nocturno de la hormigueante Cibeles.
Anacarsis
A Anacarsis
el príncipe escita nunca le agradó su nombre, como si hubiera presentido como
buen filósofo que fuera a sonar ridículo, por ejemplo a fruto seco, en la
lengua predominante de la posteridad, o en alguna de ellas.
"La ley es como una red que atrapa las moscas y deja pasar a los pajaros"
Anacarsis. siglo VII a.c.
Náufrago
Cuando me
apelas, señalas, chillas desde la noche profunda, oh Señor, mi corazón se agita
en la marejada sin consuelo, febril porque no rompas tu eterno silencio con lanchas y
espadas de fuego de los fieros e impunes ángeles guardianes del paraíso
mentido.
sábado, 24 de agosto de 2013
Sabiduría
No sabemos
quiénes somos hasta que los arrecifes nos sacan de dudas… y de circulación,
solía fanfarronear filosóficamente en la borda el viejo capitán, del que no
sabría añadir nada más que tuviera cabida en esta historia, que como es bien
sabido nunca llegará a desarrollarse. Deslumbrados de luminiscencias
intermitentes, y hábilmente aleatorias, no escarmentamos hasta el arrecife;
pero el sabor de la disolución es ese tipo de saber que tampoco hubiera sido
rentable de poder aprehenderse mucho antes, por ejemplo en la sabia contraportada
de una caja de cereales, o en un pastelito de la suerte chino.
Yes we can
Le retienen
en el aeropuerto muchas horas, quieren sus códigos.
Lo acogotan y amedrentan.
Él sabe de primera mano el peligro e indefensión de cualquiera bajo una falsa acusación de terrorismo, como antaño con las inquisitoriales de brujería. Más aún si es brasileño en una Gran Bretaña que acostumbra a abatir a sus compatriotas en el metro por si fueran yihadistas, y luego no rinde cuentas ante nadie excepto el santo patrón norteamericano.
Aquí es donde Washington la caga por enésima vez con Brasil en pocos meses -después de secuestrar al presidente boliviano, por ejemplo- mientras que los brasileños le indican a su presidenta en la calle justamente otras cosas diferentes que empantanarse en dolosos acuerdos comerciales con el infame imperialismo corporativo.
Jason Bourne los hubiera tumbado como el rayo en aquel reservado de seguridad y además se hubiera llevado el hilo de Ariadna que rastrear hasta el origen de la orden. Al otro lado del hilo terminaríamos redescubriendo que sorprendentemente el célebre Yes, we can de Obama significaba lo de siempre.
Lo acogotan y amedrentan.
Él sabe de primera mano el peligro e indefensión de cualquiera bajo una falsa acusación de terrorismo, como antaño con las inquisitoriales de brujería. Más aún si es brasileño en una Gran Bretaña que acostumbra a abatir a sus compatriotas en el metro por si fueran yihadistas, y luego no rinde cuentas ante nadie excepto el santo patrón norteamericano.
Aquí es donde Washington la caga por enésima vez con Brasil en pocos meses -después de secuestrar al presidente boliviano, por ejemplo- mientras que los brasileños le indican a su presidenta en la calle justamente otras cosas diferentes que empantanarse en dolosos acuerdos comerciales con el infame imperialismo corporativo.
Jason Bourne los hubiera tumbado como el rayo en aquel reservado de seguridad y además se hubiera llevado el hilo de Ariadna que rastrear hasta el origen de la orden. Al otro lado del hilo terminaríamos redescubriendo que sorprendentemente el célebre Yes, we can de Obama significaba lo de siempre.
Tecnologías
Carátulas
vacías pernoctan en el escaparate en la era de Internet para recordarnos, bajo
la lluvia y la mortecina iluminación que heredan de los recortes algunos barrios,
un bronco pasado de innúmeras cosas manoseables y rayables, fácilmente
inutilizables al mínimo altercado callejero, esos que la antigua iluminación servía
para enfatizar y espectacularizar entre navajas. Hoy los CDs mismos se emplean como
discreta arma definitiva directa a la yugular, para poder extraer sin resistencia
tus archivos aprovechando las sombras de la globalización, en esa noche oscura
de lluvia.
jueves, 22 de agosto de 2013
Requiem
Este mundo
está impulsado por gases tóxicos y el que sobra aún se emplea para regar
poblaciones indefensas infestadas de niños, en una venerable tradición que
inaugurara Churchill en 1919 en África sobre los salvajes (sic). Los periódicos avisan a la sensibilidad de los
lectores en un letrero sobre el reguero de fotos y vídeos, pero ya es demasiado
tarde para haber evitado la foto principal. El niño mira hacia arriba al
infinito para siempre. Ojalá te sigamos todos pronto, porque nos merecemos ese cielo
vacío al que nos invitas. Amén.
Cronopio
Se estaba
muy lejos todavía del móvil, ese
apéndice de una red corporativa que requiere una prótesis humana a la que
meterse en el bolsillo, domesticar, ablandar, pulir y vaciar de cualquier aparatosidad
pensante. Ya Cortázar nos avisaba, en algo que todavía posaba inquieto entre
Cronopios pero que hoy Stendhal calificaría de truismo o lugar común, sobre cómo somos regalados a un reloj el día
de su cumpleaños.
sábado, 17 de agosto de 2013
Nobleza
No hay manera
de que el alegato de hígado colabore una pizca en la alegría cuando debe arrastrar cansinamente
unos días el lastre antibiótico. Pero hacía tiempo que la muela promovía una
campaña de concienciación a las puertas del cerebro, y este se había limitado a enviarle
unos inoperantes negociadores de negro dispuestos a desestimarle cualquier crédito.
Los cuales se limitaron a anotar infructuosamente las quejas en sus carpetones azules
del departamento de olvidos, y la terminaron derivando hacia la señora marquesa que
detentaba el cargo de Defensora del Pueblo: donde obtendría el mismo resultado,
pero se habría codeado con la nobleza.
Halloween
En el Halloween
español los difuntos mal enterrados tienen prohibido salir en virtud de un inexpugnable
decreto de la derecha civilizada gobernante, porque generaría graves atascos en
los puntos de acceso a las grandes ciudades un día de fiesta.
Egipto
No era, en efecto,
sino una toma democrática del poder y no un golpe de Estado militar, que ahora debe
cercenar terroristas a diario en las plazas a centenares para consolidar su innegociable
defensa de los derechos humanos, explicaba convincentemente por tv. aquel alucinado
del burladero Tamarod.
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