lunes, 12 de agosto de 2013

Tiempo




Le habían dicho que allí encontraría a Ahmed.
Pasó un largo día de muchos días diferentes en aquella acogedora esquina flanqueada de laboriosos y grasientos talleres mecánicos de hábil reciclaje, mientras en sucesivas tandas desfilaba el té con hierbabuena bajo los distintos prismas de luz.
Por primera vez apreció el inmenso valor espiritual comprimido del e-book: muchos mundos en esta esquina del mundo.
El traqueteo de las viejas motos izando la bandera del polvo como un aura callejera, los porteadores con sus carretillas de género, los cigarreros deambulantes, la penetración ubicua de Al-jazeera o el Barça en las terrazas bajo los toldos abrasados de Julio.
El último suspiro de la tarde cristalizó en la luz de un sueño que le abatió por sorpresa. Allí rodaban por el suelo, y se mordían: al fin se resarcía de la decena de países en su mochila huyendo de ella, sobre los que nunca hubo cielo protector.
Ni siquiera halló protector alguno del propio cielo.
Le despertó el olor penetrante de la hierba quemada.
-¿Mucho tiempo aquí…?
-Todo el del mundo –musitó desperezándose- Pero me lo he gastado ya.









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