martes, 27 de agosto de 2013

Zombies




Varias cosas sobre los zombies. Las películas nos suelen mentir descarada e impunemente solo por inyectarle tensión a la acción, al tiempo que obligadas a deshacerse de tanto personaje secundario en el estrecho margen que le dejan hora y media o dos horas: los zombies nunca son tan veloces, como si se tratase de hambrientos felinos del National Geographic. Lo descubrió tras una larga noche de terror. Puedes permitirte que se acerquen a cuatro o cinco metros sin problema, desperezarte, dejar el bocadillo de paté de pimienta apoyado en el quicio y salir a paso rápido con el objeto de desviarle, perderle a la vuelta de la manzana y recuperar el grato momento en aquella esquina donde terminar de saborear el bocadillo y engullirlo pensando en tu equipo de fútbol. La angustia fatal y honda, con íntimas y perdurables secuelas, acontece cuando al fin reparas en que el resto de tu vida será eso. Nunca te cazarían dados sus lentos movimientos, sus gruñidos y el hipnótico fru-frú de sus acartonados harapos avisando siempre a distancia. El auténtico problema es que al haber tantos y en todas partes siempre impedirían al protagonista disfrutar enteramente cualquier rato sin tener que interrumpirlo, en una cansina y cada vez más desanimada huida. Eso descubrió en una noche de terror que duró lo que la eternidad de una duermevela alcohólica, en la parada del búho nocturno de la hormigueante Cibeles. 








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