sábado, 24 de agosto de 2013

Yes we can




Le retienen en el aeropuerto muchas horas, quieren sus códigos. 
Lo acogotan y amedrentan. 
Él sabe de primera mano el peligro e indefensión de cualquiera bajo una falsa acusación de terrorismo, como antaño con las inquisitoriales de brujería. Más aún si es brasileño en una Gran Bretaña que acostumbra a abatir a sus compatriotas en el metro por si fueran yihadistas, y luego no rinde cuentas ante nadie excepto el santo patrón norteamericano. 
Aquí es donde Washington la caga por enésima vez con Brasil en pocos meses -después de secuestrar al presidente boliviano, por ejemplo- mientras que los brasileños le indican a su presidenta en la calle justamente otras cosas diferentes que empantanarse en dolosos acuerdos comerciales con el infame imperialismo corporativo. 
Jason Bourne los hubiera tumbado como el rayo en aquel reservado de seguridad y además se hubiera llevado el hilo de Ariadna que rastrear hasta el origen de la orden. Al otro lado del hilo terminaríamos redescubriendo que sorprendentemente el célebre Yes, we can de Obama significaba lo de siempre.









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