Huelen la
sangre y especulan en manada hasta doblegar países enteros y enterrarles fósilmente
la sonrisa a sus gentes en el cieno, siguiendo la estela del mítico Soros que
llegó a tumbar al dragón de la libra a golpe de apuestas. Luego las sonrisillas
malvadas y ebrias de videoconferencia, los martinis
exclusivos entre el top de señoritas
de compañía danzando el dulce balanceo del yate, quizás cientos de miles de
euros tirados alegremente en los casinos vips
en juergas de amigotes: porque luego no saben vivir fuera de su propio videoclip de distinción, para que el
resto se conforme con soñarlo.
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