¿Y por qué íbamos a dejar de preguntarnos por qué?,
llegaba impuntual su defensa, como suele ocurrir en lo que los franceses llaman ocurrencia de escalera, una feliz expresión
probablemente gestada ella misma después de una escalera. Era al día siguiente,
ya recuperado de la experiencia, enfrente de su amigo profesor de filosofía
especialista en el mito de la taberna, con una entrega equiparable a la del mismísimo Omar Khayam.
-¿Sabes?
-le explicaba- No sabía qué era yo…
El amigo lo
miró calmada e irónicamente, y le espetó: ¿Ah,
es que ahora ya lo sabes…?
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