lunes, 12 de agosto de 2013

Aduana




Esto es de unos, aquello de al fondo de los otros: pero ese atardecer lo ha transfigurado sin restricción aduanera alguna. Ha vuelto a ser el templo lisérgico, intemporal, esta vez en un viejo edificio administrativo abandonado a medio camino entre ambos países, y a cuyos ciegos ojos recurren las palomas en sus trasiegos y almacenajes, agradeciéndole majestuosamente su gratitud en forma de condensación de mundo, como un espejo del cielo a un dedo por debajo del horizonte mediterráneo. El barco que viene a beber mar a su ventana a diario y a la noche desaparece, también lo sabe. Así se lo atestiguan sus guiños de luz al fondo de la tarde.
Nada más que declarar.







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