Formas
blandas, inteligentes, colonizadoras de un planeta líquido y rocoso.
Las cooperativas
bacterianas fueron las auténticas y solventes ingenieras de este mundo de
proteicas y viscosas formas, cuentan, según iban moldeando y complicando el
entorno. Desde entonces ha ocurrido de
todo, minuciosamente registrado en la memoria genética, epigenética,
ecosistémica.
Se
almacenaba, pero no había quien lo leyera.
Desde la
plataforma neocortical de nuestros
cerebros primates saltó la cultura simbólica, la más reciente innovación de la
vida inteligente sobre sí misma, y cerró el círculo. De los relatos orales que metaforizaron
el mundo y lo humanizaron, a la escritura que lo revolucionó sustantivándolo. Hoy es el torrente instantáneo
de imágenes y palabras por todo el globo: el batiburrillo que quieren hacer
pasar por noosfera o conciencia global,
aún por perfilarse entre las espesas brumas de la desinformación.
Al final
hubo tantos lectores que el sentido se fue al traste.
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