Unas
esporas extraterrestres capaces de clonar en días un ser humano maléfico a
partir de un útero femenino no le pareció científicamente robusto, ni tampoco
demasiado original tras la gloriosa paranoia cinematográfica de los años 50 de
la Guerra Fría, hasta que en un extraño rato de lucidez sobrevenida -en la que
no obstante no llegaba a saber si era de día o de noche allá afuera- levantó la
tapa de plástico y comprobó el estado de la pizza de encargo abandonada desde
hacía una semana en aquel rincón de aquel ignoto continente-cocina.
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