Sabemos que
el barco se hunde, y como remataba el melancólico Leonard Cohen, sabemos que el
capitán mintió.
Conocemos
los entresijos con mayor detalle que los libertarios que protestaban contra la
invasión de Vietnam hace escasas décadas: por ejemplo sabemos por qué se aísla
y tortura desde hace muchos meses al soldado Manning que filtró los profusos papeles
de wikileaks.
Nadie resulta hoy del todo ignorante sobre el papel jugado por la inescrupulosa banca de inversión: los tiburones de Wall Street y los destripadores de la City londinense, las burbujas del embriagante champán de irrealidad con que la crisis financiera nos desinfló.
Nadie resulta hoy del todo ignorante sobre el papel jugado por la inescrupulosa banca de inversión: los tiburones de Wall Street y los destripadores de la City londinense, las burbujas del embriagante champán de irrealidad con que la crisis financiera nos desinfló.
El consenso
científico sobre el calentamiento climático resulta tan flagrante como un
folleto de funeraria en un spá, que incluso
los negacionistas liberales ya se han cambiado al bando del negocio de la
adaptación a ese cambio climático.
¿Quién
necesitaría un etcétera…?
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