A los
filósofos los imperiosos conflictos sociales les exigían bajar de la nube, al
tiempo que se emplazaba al resto a mudar allí todos sus datos.
Hágale usted mismo el trabajo gratis a la Stasi,
argüían algunos. Contrólense del control,
advertían otros tratando de concienciar al ciudadano en un nuevo caveat emptor tecnológico.
El Roto pintaba que nos reducen la
conciencia para inocularnos más espacio de memoria. Esta descosificación, esta descorporeización
en red nos ingresa en lo poshumano, firmaban otros autores.
Espiando
por la mirilla de Google o Facebook sorprendimos a Obama espiándonos. Falciani
amenazaba de revolución enarbolando su lista de grandes evasores fiscales en
Suiza. Assange soñaba con el Ecuador atrapado en una embajada cercada.
Atrápame si puedes en 144 caracteres, le retó ella
antes de disolverse en el gran flujo heraclíteo donde nada permanece, y sin embargo
todo se almacena y guarda.
Rompan la disciplina de voto, corrómpanse cuanto haga falta,
tronó el presidente del partido en un tuit:
¡Pero, por Dios, abandonen el hara-kiri político
en Twitter…!
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