Si no era
de fuerza mayor, esta ventana debería haberle ofrendado un deslumbrante día
primaveral sobre un mar de medusas, pero en cambio le cede un espesor digno del
invierno del mayor descontento.
En el cual
le sobreviene, de un largo viaje sobre las encabritadas olas, una caravana de
escenas de un pasado triste y gris de
posguerra, en rincones que sobrevivían a la vorágine hiperindustrial del
plástico, del nuevo Madrid Ikea-Vodafone.
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